En Japón es un fenómeno conocido y ahora están llegando a América Latina y al viejo continente: los hikikomoris, adolescentes que se aíslan del mundo y se encierran en su habitación durante años, donde construyen un universo propio en compañía de playstation, los videojuegos e internet.
BBC Mundo: En Japón los sufren más de un millón de personas. Son jóvenes de entre 17 y 30 años (varones por lo general) que comparten el hogar con sus padres, pero se pasan años enteros sin salir de su cuarto.
Y aunque en América Latina los padres todavía no saben muy bien de qué se trata esta problemática, los especialistas hablan de una epidemia.
Un adolescente venezolano que se identifica como «Hyozanryu» accedió a una conversación con BBC Mundo y reconoció su problema: «Mi vida siempre estuvo así, yo desarrollé una repelencia activa hacia todo el mundo, cuando ya no estaba aislado sino conciente de mi alrededor, solo tenia una sensación de odio hacia todos, especialmente hacia mi papá y mis compañeros de clases.»
¿Que los lleva a eso?
En América cada vez hay más casos de auto encierro. En Japón las exigencias familiares y sociales son el factor determinante.
El ingreso a las universidades es cada vez más difícil, y el éxito en la vida profesional conlleva a la realización personal; por eso cuando los jóvenes no pueden cumplir con las expectativas propuestas, deciden resignarse.
En Occidente, las presiones de la familia juegan el papel fundamental. Según Sonia Almada, una psicóloga argentina que comenzó a tratar este problema en los adolescentes «en América Latina es un fenómeno novedoso que se está instalando rápidamente».
El problema es que aún no hay especialistas capacitados para tratarlos porque todavía no aparece en lo manuales psiquiátricos. Como sucedió en la década del ’90 con la bulimia y anorexia, que al principio no se lo reconocía porque no aparecía en los libros» asegura.
Y agrega:»Cuando los adolescentes no logran superar las expectativas que los padres depositan en ellos, se sienten que fracasan, comienzan a ser pesimistas, se sienten horribles y así también miran al mundo, piensan que nada afuera tiene sentido, y entonces se encierran.» agregó.
El odio y las presiones, luego de los 10 años se convirtieron en mi personalidad, no hablo con nadie, ni veo a nadie, no conozco a nadie, ni quiero hablar con nadie.
Almada destaca, además, que una de las cuestiones que se repiten en los padres de los Hikikomoris latinos es que recurren a distintos especialistas sin encontrar respuestas, ni diagnósticos, ni soluciones «no extremas» para ayudar a sus hijos.
«Por lo general la solución propuesta es la hospitalización del paciente. Algunos chicos terminan medicados con ansiolíticos y antidepresivos pero sin acceder a psicoterapias. Por lo tanto el joven está encerrado y medicado. Sin ningún cambio», indica.
Por su parte Hyozanryu (como él mismo se hace llamar en internet) reconoce que «el odio y las presiones, luego de los 10 años se convirtieron en mi personalidad, no hablo con nadie, ni veo a nadie, no conozco a nadie, ni quiero hablar con nadie»
Los videojuegos e internet
Según la especialista «los juegos de Internet permiten mostrar veladamente aspectos de la personalidad que se encuentran ocultos o reprimidos y conseguir reconocimiento y supremacía, en los juegos en los que se crea un personaje que va aumentando su poder a medida que consigue puntos, pudiendo llegar al liderato de otros jugadores subordinados.»
Hyozanryu, coincide y agrega: «Iinternet tuvo un gran efecto en mí, al proveerme de un mundo que no necesitaba verme, que no me criticaba, ni me excluía por estar solo. Aquí fue cuando encontré los foros, y los video juegos.»
«Durante toda mi niñez mi «aislamiento produjo un vacío emocional que luego se compensaba con «días de hasta 12 horas viendo televisión, y jugando a los video juegos, en donde interpretamos a un héroe o un personaje».
«Buscamos esa historia en los video juegos, en donde se crea otro tipo de aislamiento, al ignorar el mundo e interpretar al personaje en un 100%, tomando su personalidad, y en la vida real imaginando el mundo adaptado a eso».
Es una «generación de la decepción» dónde «los padres también padecen esta desilusión de no haber podido lograr su metas propuestas».
El deber de los padres
La licenciada Almada, que trabaja más de 50 casos en Argentina, considera este problema como una enfermedad que comienza a ser epidemia en el mundo adolescente.
Asegura también que «los padres tienen que estar atentos porque el auto encierro es progresivo. Los adolescentes comienzan por desinteresarse de las actividades que cotidianamente desarrollaban, se alejan de los amigos y no salen de la casa. Esos son detalles precisos de lo que va a ocurrir.»
«Hay cuestiones que no son negociables con los adolescentes y los niños, o sea, si un chico decide no ir a la escuela, no se le puede permitir faltar, lo mismo cuando deciden pasar más de 3 horas frente a la computadora. Hay que poner un límite certero.»
Analizándolo desde un ángulo social, Almada destaca la idea de una «generación de la decepción» dónde «los padres también padecen esta desilusión de no haber podido lograr su metas propuestas».
«Y no pueden transmitir a sus hijos la idea de que el esfuerzo y la voluntad hacen que a uno le vaya bien en la vida, porque ni siquiera ellos mismos lo han comprobado».
[tags]Tribus Urbanas,