El trabajo, una ‘droga’ que tiene enganchados al 8% de los empleados españoles

Si considera las vacaciones una pérdida de tiempo, si ha hecho de su casa su segunda oficina, si trabaja un número excesivo de horas, se muestra permanentemente irritado y estresado o vive enganchado al móvil y al portátil, usted forma parte de ese aproximadamente ocho por ciento de españoles adictos al trabajo.

Si además no encuentra satisfacción en nada que no sea el trabajo -familia, amigos, aficiones,…-, si ha abandonado o perdido las relaciones sociales, si psicológica y afectivamente vive enganchado al trabajo y a ello se unen otras adicciones -tabaco, alcohol, sexo y drogas-, usted se encuentra en una fase muy avanzada de un trastorno psicológico que necesita urgente tratamiento.

‘Hoy por hoy, la adicción al trabajo es la más aceptada en nuestra sociedad, la más políticamente correcta’, asegura Iñaki Piñuel, psicólogo del trabajo y profesor titular de Economía y Dirección de Empresas en la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad de Alcalá.

Estudioso del problema y autor del libro ‘La dimisión interior’, donde profundiza en sus causas y consecuencias, Piñuel insiste en el ‘margen de tolerancia enorme’ que existe sobre esta peligrosa dependencia que ‘destruye interior y exteriormente’ a quienes la sufren.

Los atrapados son, sobre todo, altos ejecutivos de la banca, las finanzas y la consultoría, además de médicos, periodistas y otros profesionales cuya actividad está poco reglada.

‘Encontramos la mayoría de los casos -continúa Piñuel en declaraciones a EFE- en aquellas profesiones que permiten, como ninguna otras, brillar, ser aplaudido, tener una notoriedad social, sobresalir por encima de los demás. Eso permite al que la sufre compensar su profundo déficit de autoestima’.

Aunque ni en España ni en el resto de Europa existen estudios fiables sobre este problema de salud laboral, Piñuel no encuentra descabellado extrapolar a nuestro entorno el ocho por ciento de afectados que arrojan las investigaciones realizadas en Estados Unidos.

MAS HOMBRES QUE MUJERES

Elena Tomás, psicóloga laboral y profesora de Psicología del Trabajo en la Universidad Rey Juan Carlos, asegura que hay más hombres que mujeres enganchados, que es más frecuente en profesionales de entre 35 y 55 años y también más en la empresa privada que en la pública o en la Administración. ‘Conozco funcionarios perfeccionistas -asegura- que sólo viven para trabajar’.

‘Tradicionalmente era un problema de hombres, pero estamos viendo -apostilla Piñuel- que cada vez más las mujeres nos imitan en lo peor’.

‘Son personas -comenta a EFE la psicóloga – que cuando llegan a casa lo que encuentran allí no les gusta. Tampoco les llena su relación de pareja, ni se ocupan ni les importa la educación de los hijos. No saben disfrutar de la familia y los amigos, de la vida en general. O simplemente están solos y no saben convivir y sacar partido de la soledad’.

Para Iñaki Piñuel son las propias empresas las que en España ‘fomentan la adicción al trabajo’. A diferencia del resto de Europa, ‘aquí está plenamente asumido que una persona cuantas más horas pase en la oficina más involucrado está en la empresa, más compromiso o, incluso, adhesión siente por el proyecto empresarial. Se piensa que es mejor trabajador’.

Una idea, destaca, ‘equivocada’ y contraria a la filosofía empresarial de otros países de nuestro entorno, donde se tiende a pensar que una persona que prolongue su jornada laboral más allá de lo establecido ‘no es capaz de sacar su trabajo adelante en el tiempo asignado y, por lo tanto, es ineficaz en su desempeño’.

Son lo que Piñuel llama ‘trabajadores de cuerpo presente’, aquellos que ‘están esperando a que se vaya el jefe o los demás compañeros. No quieren irse los primeros porque está feo, es políticamente incorrecto. En España tenemos una asignatura pendiente a este respecto’.

A las empresas, añade el psicólogo, ‘no les preocupa el problema.

No lo fomentan -dice- en el sentido de que quieran tener adictos al trabajo, pero hay notorios casos de empresarios que predican el mantener a la gente en el límite de sus esfuerzos’. Son, según su terminología, empresas y empresarios ‘tóxicos’.

EFICIENCIA FRENTE A PRESENCIA

Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles, habla de la necesidad de ‘cambiar la cultura de la presencia por otra de la eficiencia, de la excelencia. Los españoles -dice- alardeamos de trabajar diez y once horas al día. Y no por dedicar más tiempo lo hacemos mejor. Somos los que más trabajamos pero de los menos productivos’.

Tanto Iñaki Piñuel como Elena Tomás coinciden, sin embargo, en destacar que trabajar muchas horas no es sinónimo de adicción al trabajo.

‘El adicto es el que no sabe cortar, el que llega un fin de semana y no sabe qué hacer, el que ni duerme pensando en lo que le espera al día siguiente en su despacho’, dice Piñuel. ‘Puede ser un paso previo, pero si existen una serie de carencias’, aclara Tomás.

Para esta psicóloga y profesora universitaria la adicción al trabajo esconde otro tipo de trastornos psicológicos, ‘indica que la persona tiene algún problema más’. ‘Muchos enganchados utilizan el trabajo -añade Piñuel- para eludir, para no mirar, para no afrontar determinados problemas psicológicos’.

‘Si tengo un problema fuera, en casa, con los hijos, con mi pareja, de habilidades sociales, si no sé relacionarme, qué mejor que meterme hasta el fondo en un trabajo que me da la oportunidad y el pretexto para no afrontarlo’, relata Piñuel.

IDENTIFICAR LA CAUSA

De ahí la importancia de identificar la causa de la adicción antes de iniciar cualquier tratamiento psicológico o psiquiátrico.

‘Salir no es fácil. Hay que querer, y siempre ponerse en manos de un profesional’, comenta Tomás.

‘Todo conspira -agrega su colega- para que un adicto al trabajo no sea identificado como una persona que tiene un problema. El primero que no quiere ir a terapia es el afectado, el propio adicto’.

El estado final de un adicto ‘es de absoluta destrucción’, concluye Piñuel, quien considera esta ‘droga’ un problema de salud laboral. Y como tal, insiste, hay que afrontarlo. ‘Yo establecería, por ejemplo, una ITV periódica para directivos’, concluye.

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